Namib significa “enorme” en lengua nama y es el desierto más viejo del mundo, surgido hace más de 65 millones de años, en la Era Terciaria cuando se extinguieron los dinosaurios. Cuenta con las dunas más altas de la Tierra que alcanzan hasta 350 m. La arena procede del desierto del Kalahari, y fue arrebatada por el río Orange que la arrastró hacia el Océano Atlántico, siendo depositada a tierra firme algo más al norte por la fuerte corriente de Benguela, que asciende de los mares australes y que al contener aire frío con poca humedad retenida, no favorece la formación de nubes ni de precipitaciones. El viento que sopla tierra adentro transporta la arena hacia el interior de Namibia.
Al día siguiente de aterrizar en Windhoek, capital de Namibia, madrugamos y nos incorporamos al camión que sería nuestro vehículo de transporte durante los siguientes doce días, por nuestro periplo por tierras de Namibia y Botswana. Tras un recorrido hacia el suroeste, de más de siete horas de camión por polvorientas pistas, llegamos al camping de Sesriem.
Caminamos hacia un aeródromo próximo, dispuestos a realizar un vuelo a baja altitud de 45 minutos y disfrutar de la mejor panorámica del desierto. Un joven piloto nos conduce en 4x4 hasta la pista de despegue, donde se encuentra una avioneta Cessna de cinco plazas, en un pequeño hangar. Retira los anclajes que la sujetan al suelo y con su propia fuerza la traslada, para facilitar nuestro acceso a su interior. Nos subimos, sujetamos los cinturones de seguridad e iniciamos un emocionante vuelo escénico sobre un imponente océano de dunas, que nos cautiva por su variedad de formas peinadas por el viento y por sus increíbles tonalidades de colores ocre, dorado, naranja, rojo y granate, moteados de cuando en cuando por la blancura de sus salares.
Las tonalidades de la arena, indican la edad de las dunas. Las arenas de la costa, formadas por cristales de cuarzo, son más jóvenes y tienen tonalidades ocres, pero con el paso del tiempo la oxidación del hierro que contienen, transforma su color en tonalidades rojizas, apreciándose en las dunas del interior que son mucho más antiguas. Con un imán pudimos comprobar cómo las partículas de hierro de la arena se pegaban al mismo.
De pronto aparecen sobre el suelo del paisaje, los misteriosos “anillos de hadas”. Miles de estériles calvas circulares de arena, de 2 a 12 m de diámetro, rodeadas por vegetación en forma de círculo verde o amarillo. Este fenómeno natural sigue desafiando a los científicos, aunque las tribus locales narran sus propias leyendas al respecto y los denominan "las huellas de los dioses".
Desde el aire, la perspectiva permite apreciar la magnitud de este desolado paisaje de características casi alienígenas. Un escenario fascinante y un entorno único, considerado como uno de los más pintorescos del mundo.
Satisfechos y encantados por la experiencia del vuelo, nos dirigimos con el camión hacia un lodge ubicado en medio del desierto y a pocos metros de llegar, nos emocionamos al visionar nuestro primer órix, de largos cuernos altos y rectos, que con elegancia fijó su mirada hacia nosotros. Adaptados al desierto, gracias a un sofisticado sistema capilar que les permite que la sangre más fría sea la que llegue al cerebro, tras pasar previamente y refrescarse en la nariz.
Habíamos vivido un día muy intenso, y acabamos alojándonos en el lodge de Sossusvlei, frente a las dunas y alejados de la civilización, y todavía por la noche nos quedaba contemplar un impresionante cielo estrellado con la Vía Láctea y la famosa constelación Cruz del Sur, que permite determinar el sur geográfico.
Duna 45, valle de Sossusvlei y Deadvlei.
Antes de amanecer nos adentramos con 4x4, en el Parque Nacional de Namib-Naukluft (Patrimonio de la Humanidad), recorriendo el interior del desierto a través del amplio valle del Tsauchab, rodeados de dunas cobrizas, hasta la famosa Duna 45.
Llegamos a la mítica Duna 45, su nombre se debe a que dista 45 km de Sesriem y se permite el ascenso de sus 300 m de altura, que al coincidir con los primeros rayos de sol ofrece un espectáculo único, al contemplar desde su altura un paraje de belleza abrumadora.
El ascenso con los pies hundiéndose en la fina arena, por un estrecho camino sobre la cresta de la duna, mejora si pisamos sobre el terreno ya pisado, prestamos atención a la arena que levanta el viento que sopla y adaptamos el ritmo de subida a las características personales de cada uno. Otra cosa más sencilla y agradable es descender la duna. Sin ni si quiera llegar a la cumbre, el espectáculo de tonalidades de colores y el horizonte rodeado de dunas que se alcanza a divisar, permite gozar de un momento mágico y único.
Descendemos la Duna 45 y tomando de nuevo el 4x4 nos dirigimos a los lagos muertos del valle de Sossusvlei.
Aquí, el guía local nos explica algunos secretos del desierto y como algunos seres sobreviven adaptándose a este medio tan hostil. El desierto de Namib, es uno de los lugares más áridos, recibiendo tan solo unos 18 mm de precipitaciones al año. Los insistentes vientos del interior, impiden que el aire frío y seco de la costa acabe formando lluvia, aunque si se originan intensas brumas, que acaban siendo casi la única fuente de agua para la existencia de vida en el desierto. Los escarabajos, termitas, avispas, arañas, lagartos, serpientes e insectos, han adoptado diferentes mecanismos y estrategias para conseguir agua.
Por ejemplo, los escarabajos “patas arriba” adoptan esa posición y cada amanecer balancean su cuerpo para conseguir que las gotas de rocío rueden sobre su caparazón y alcancen su sedienta boca.
También existe un arbusto rastrero (Acanthosicyos horridus), endémico del Namib, denominado !nara (! es el símbolo de un particular chasquido de la lengua nama). Puede vivir 100 años y una sola planta puede cubrir un área de 1500 m2, ya que sus raíces se extienden hasta alcanzar la capa freática. Su fruto es un melón que constituye una fuente de alimento para las tribus que habitan este desierto.
Y por fin, después de una caminata a pleno sol, alcanzamos Deadvlei, una laguna seca convertida en un enorme salar de blanca arena cuarteada, que cuenta con numerosas acacias deshidratadas y muertas, pero que por falta de humedad no han llegado a descomponerse. En Sossusvlei hay muchos lagos (vlei), formados cuando el agua de lluvia decide aparecer. Muchos están secos desde hace cientos de años, y transmiten gran belleza por su fondo blanco y plano, rodeado de dunas de color rojizo de gran altura. Un alucinante paisaje, un paraíso para los fotógrafos.
Hemos vivido otra jornada inolvidable y camino de Swakopmund, atravesamos el Trópico de Capricornio por la "autopista" namibia, recordando lo privilegiado que hemos sido al contemplar estas maravillas de la naturaleza.
Tengo que reconocer que este primer contacto es incitador.
ResponderEliminarTengo que reconocer que este primer contacto es incitador.
ResponderEliminarSimplemente... Fantástico!! Qué preciosidad de sitio.
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