Dejamos atrás el desierto y el árido territorio de Namibia y cruzamos la frontera con Botswana, para alcanzar las verdes orillas del Delta del Okavango, donde este famoso río desemboca sus aguas anegando una extensa llanura y que acaban finalmente absorbidas por el enorme desierto del Kalahari.
El río Kavango nace en las selvas de Angola, atraviesa la franja de Caprivi (Namibia) y serpenteando entre dos fallas geológicas, acaba desbordándose en Botswana, cambiando su nombre por Okavango, inundando la tierra y favoreciendo la vida salvaje, y con ello creando uno de los ecosistemas más diversos, ricos y bellos de toda la Tierra. Es un caso poco usual de delta, pues no desemboca en el mar. En el 2014, la UNESCO eligió el Delta del Okavango como el lugar número 1.000 de la Lista del Patrimonio de la Humanidad.

Llegó el momento de despedirnos del camión, con el que habíamos "sobrevivido" tantos días, pues a partir de ahora nos moveríamos con otros medios de transporte. Los últimos kilómetros en Botswana, seguían siendo por pistas intransitables y polvorientas, pero el medio acuático se iba imponiendo y nos mudamos del camión a un 4x4, para llegar a nuestro alojamiento en un Tented Camp a orillas del Delta.
Nos encontramos ante una enorme y espectacular laguna denominada Guma, un lugar idílico y muy hermoso, rodeados de verde vegetación y aguas azules, que compensa la falta de actualización de los bungalows y la deplorable atención que nos presta la dueña del Lodge.
Y que decir de esos espléndidos atardeceres !!! Aquella noche nos despertamos varias veces, porque sentimos muy cerca los rugidos de los hipopótamos y los aullidos de los monos.

Al atardecer, salimos de nuevo en lancha en busca de cocodrilos y aves, pero no tuvimos mucha suerte, aunque quedamos naravillados de las imágenes que nos brindó el astro rey al descender sobre el horizonte y tornarse el paisaje en una hermosísima paleta de colores de tonalidades rojizas. Otro momento mágico de nuestro viaje.

Otra experiencia que no olvidaremos jamás, es la excursión que realizamos en mokoro hasta una isla del interior del Delta. Los mokoros son unas canoas tradicionales que originariamente eran de ébano, pero hoy en día son de fibra de vidrio, y van conducidas por un guía que las impulsa con una pértiga. Sin duda es el mejor medio de transporte para recorrer este increíble ecosistema.
Nos sentamos sobre unas sillas de plástico sin patas, intentando guardar el equilibrio y nos deslizamos en silencio en un relajado paseo por los canales, sólo alterado por el ligero murmullo del agua al introducir la pértiga para avanzar en nuestro recorrido.
Surcamos las azules y limpias aguas, entre altos papiros que casi cierran el paso de nuestros mokoros. Y también aparecen los nenúfares, coloreando la superficie del agua.
Regresamos a los mokoros y en la misma isla despoblada, y antes de retomar el paseo de vuelta hacia el Lodge, dimos cuenta de una apetitosa comida en un improvisado buffet, preparado sobre un mokoro girado.
La tercera noche en el Delta la pasaremos en un alojamiento sencillo pero acogedor: una casa-barco flotante. Así que tomamos unas lanchas rápidas para cruzar el río Okavango y llegar hasta la población de Seronga, donde dejaremos parte de nuestro equipaje, pues la capacidad de la casa flotante es muy limitada.
Las postales del hermoso atardecer que nos regaló el Okavango y sentirse arrullados en la noche, por el suave fluir de sus aguas fueron sensaciones inolvidables.
Sobrevolar el Delta es impresionante, pues tomas mayor conciencia de la magnitud de su paisaje y de su diversidad, descubres una paleta de colores cambiantes e incluso logras observar desde la altura, numerosos elefantes, búfalos, jirafas, cocodrilos, etc. que alberga este débil ecosistema protegido.
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