lunes, 12 de octubre de 2015

Damaraland

Desde Cape Cross, nos dirigimos hacia el norte con el camión, por la Costa de los Esqueletos hasta cerca de Torra Bay, donde dejamos el litoral y nos desviamos hacia el este, para llegar a la yerma y árida región de Damaraland.
La primera parada, la efectuamos en medio de un enorme pedregal que evoca paisajes lunares, para observar una extraña planta endémica que además es la planta nacional de Namibia: la Welwitschia mirabilis, una de las más longevas del mundo vegetal.

Sorprendidos, apreciamos apenas un tronco grueso con algunas hojas y su apariencia es de un triste aspecto de planta moribunda. Sin embargo, puede llegar a vivir 2.000 años y tarda 20 años para su primera floración. Dispone de una raíz de hasta 3 m., donde almacena agua para las temporadas de sequía y puede soportar 5 años sin lluvia. Sus hojas pueden alcanzar media decenas de metros y por sus poros absorbe la humedad de la bruma marítima que proviene de la costa.


Horas más tarde y después de un largo recorrido por las polvorientas pistas, llegamos a Twyfelfontein, Patrimonio de la Humanidad.

En un paisaje desértico, de fuerte tonalidad ocre, aparece un pequeño paraíso: unas montañas de enormes peñascos con fuentes de agua dulce y fauna diversa, que fue utilizado por los afrikaners para establecer una pequeña granja y bautizaron a la fuente de agua como Twyfel. Pero en este valle, ya habitaron hace miles de años los san, y dejaron prueba de ello en los más de 5.000 representaciones entre petroglifos y pinturas que realizaron, constituyendo uno de los mejores conjuntos de arte rupestre de África.

Es impresionante la cantidad de petroglifos que descubrimos, representando animales, seres humanos y marcas circulares indicando donde se encontraban las fuentes de agua. Datan entre 6.000 y 2.000 años de antigüedad, y los cazadores-recolectores bosquimanos lo utilizaban como un medio de comunicarse entre los grupos nómadas que periódicamente se trasladaban por la zona, avisando de la fauna y las fuentes de agua que existían.





Nos despedimos de Twyfelfontein y seguimos nuestra ruta, llegando al Lodge al anochecer. Localizado muy cerca del área de Conservación Torra, en un entorno precioso, con vistas increíbles sobre llanuras desérticas y las lejanas cimas de las montañas Brandberg. Pero lo realmente especial, fue la atención que nos dispensó su personal, que en su gran mayoría pertenece a las comunidades locales Nama-Damara, Herero y Owambo.

No olvidaremos nunca la cena que nos ofrecieron, con sus cantos alrededor de una fogata, el anuncio del menú con sus frases llenas de "chasquidos" y su simpatía y sonrisas al atendernos.


Al día siguiente nos disponíamos a iniciar nuestro primer safari, así que nos hicieron madrugar antes de la salida del sol, y nos sorprendieron al llevarnos de inmediato con los 4x4, a un montículo desde donde se disfrutaba de una impresionante panorámica de 360º, y nos recibieron nuevamente con cánticos, para ofrecernos a continuación el desayuno. Fue increíble, gozar de ese desayuno (con tortillas a la carta, incluidas), en medio de ese desolado paisaje, mientras en el horizonte el astro sol despuntaba.

Y a continuación iniciamos nuestro primer safari, en busca de los famosos elefantes del desierto. Nos adentramos por un terreno desértico y pedregoso a gran velocidad con un 4x4, zigzagueando entre caminos polvorientos y lechos o cursos de agua totalmente secos y empezamos a vislumbrar avestruces y springboks, quedándonos asombrados por los saltos que realizaban.




Después de más de una hora de búsqueda, nos sentimos muy felices, puesto que aparece por fin una manada de elefantes del desierto que comen mientras se protegen del sol debajo de algunos árboles.
El elefante del desierto es una variedad de elefante africano, que ha sabido adaptarse durante milenios a unas condiciones desérticas extremas, siendo capaces de sobrevivir hasta cuatro días sin agua y caminar una media de 70 km al día.
Las manadas de elefantes son grupos matriarcales, pues la hembra de mayor edad tiene la memoria más larga y el recuerdo de las fuentes de agua, las zonas de alimentos y las rutas de migración y así facilitan la supervivencia del grupo con más éxito. Hay ejemplares que superan medio siglo de vida.


Su prodigiosa memoria, su sensibilidad para detectar acuíferos subterráneos y su poderosa trompa les ayuda a excavar pozos en la arena hasta acceder al agua y entonces pueden llegar a beber hasta 150 litros por día.

También han desarrollado unas singularidades físicas en relación a los elefantes de la sabana. Pueden alcanzar los cuatro metros de altura y las seis toneladas de peso.


Como están obligados a una larga migración estacional, en busca de comida y agua, han desarrollado unas patas más grandes que les permite cubrir largos recorridos por rocas y arenas.

Otra característica es que a falta de su comida preferida, los brotes y hojas de mopanes y acacias, ha ampliado su menú alimenticio a prácticamente cualquier tipo de vegetal, como hierbas, semillas y frutos. No olvidemos que estos paquidermos llegan a digerir hasta 200 kg de materia vegetal por día.





Regresamos al Lodge y por la tarde decidimos acercarnos a visitar la vivienda de una familia de damaras, que se encontraba muy próxima.
Los damaras comparten el idioma de chasquidos con los san y los nama, pero según los antropólogos su origen está más emparentado con los bantú, que vinieron del noreste.
Caminando entre las humildes estructuras de adobe, el guía oficial de la familia nos contaba las dificultades y conflictos que tenían con los elefantes, pues solían por costumbre acceder a su balsa de agua y de paso arrasar con toda la vegetación contigua.

Nos llamó mucho la atención, la absoluta delgadez de los perros, que permitía
la visión de sus costillas, índice sin duda de la poca abundancia de alimentos. Y naturalmente, quedaron grabadas para siempre en nuestra retina, las sonrisas y miradas de los niños.


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