domingo, 11 de octubre de 2015

Cape Cross

Durante el recorrido en camión, por una pista de arena del Parque Nacional Costa de los Esqueletos, que nos conducía hasta la colonia de lobos marinos de Cape Cross, mis pensamientos se centraban en recordar los inolvidables momentos que viví bañándome con ellos en las Islas Galápagos. Por ello, las expectativas de esta visita no eran muy altas y sin embargo no me defraudó en absoluto.

El cabo Cross (Cruz), está localizado en la parte central de la costa de Namibia, a 120 km al norte de Swakopmund y fue descubierto por el navegante portugués Diogo Cäo en 1846, que erigió en ese lugar una gran cruz de piedra para marcar el punto más meridional jamás alcanzado por los europeos en África. En aquella época,
los portugueses luchaban por la conquista de la ruta de las especies, y colocaban esas cruces según iban bajando hacia el sur, señalando que navegar más al sur era arriesgado por ser zona desconocida y a la vez les servía para reivindicar el territorio para Portugal. En 1488, el marino portugués Bartolomé Díaz ya logró doblar el cabo de Buena Esperanza al sur de África. Nos hallamos en Cape Cross y sentimos como si nos encontráramos en medio de la nada. Esta costa hostil es mítica por lo peligrosa que era para la navegación. Los vientos calientes del desierto de Namib soplando hacia el Atlántico, los bancos de arena, el oleaje y las brumas ocasionadas por la corriente fría de Benguela, hacían zozobrar a los navíos y aún en el caso de sobrevivir al naufragio, quedaba enfrentarse a un entorno inhóspito y desolador, el árido desierto.La reserva de Cape Cross, es el hogar de una de las mayores colonias de lobos marinos del mundo (Arctocephalus pusillus), y puede contar con unos 100.000 miembros en la época de cría.
La corriente fría de Benguela, procedente de tierras antárticas, se extiende por la costa africana hacia el norte y la abundancia de plancton que contiene, favorece la riqueza de la vida marina y de la que estos mamíferos se benefician. La colonia de lobos marinos llega a ser tan grande, que ponen en peligro la fauna marina, ya que comen más pescado que el que se captura mediante la pesca, por lo que se llega a establecer cuotas para su sacrificio.
Su depredador natural es el tiburón blanco, pero en documentales de televisión recientemente he podido ver como chacales, hienas e incluso leones procedentes del desierto, acuden a este rico "banco de proteínas" para sobrevivir. Resulta sobrecogedor el espectáculo que tenemos ante nuestros ojos, en un hermosísimo atardecer. Observamos como miles y miles de ejemplares se arremolinan ante los últimos rayos del sol, unos duermen plácidamente, otros van de pesca con sus continuas inmersiones entre las olas del mar, mientras que algunos dirimen interminables disputas con amenazas y gritos en la playa, y otros salían de entre las rocas y nos desafiaban con sus miradas, gestos y gritos mientras paseábamos por las pasarelas de madera para observarlos.



En esas condiciones, el impacto de ese espectáculo en nuestros sentidos fue completo, pues aparte del visual, al contemplar miles y miles de leones marinos agolpados en esa playa, no cesaba el griterio de la multitud y además también nos impregnamos de los fuertes olores que emanan de la acumulacion de residuos que provocan tal masificación de animales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario