Desde Guayaquil (Ecuador) y después de un vuelo de dos horas con Tame, llegamos al aeropuerto de Baltra. La isla de Baltra, situada frente a la isla de Santa Cruz y separada por el estrecho de Itabaca, fue usada como base aérea de EEUU durante la Segunda Guerra Mundial, para controlar el Canal de Panamá.
Una vez pagada la tasa de entrada al P.N. de Galápagos (100 $), recogemos el equipaje y nos subimos en un bus de la propia compañía aérea que en 15 minutos nos deja en el embarcadero. Luego un ferry nos lleva ya a la isla de Santa Cruz.
Aunque nuestro alojamiento está en Puerto Ayora, y como nos sentimos con energía, negociamos con el taxi para que antes de llegar al destino, nos lleve a los Gemelos y al Rancho El Chato. Nos desplazamos con el taxi, una camioneta 4x4, a través de la "garúa". En setiembre, es normal que por la mañana aparezca la garúa, una llovizna muy leve con neblina que va desapareciendo cuando el sol se reafirma a lo largo de la mañana.
Los Gemelos son dos grandes dolinas situadas en la parte alta de la isla, pobladas de una exuberante vegetación. A su alrededor nos encontramos helechos, orquídeas y un magnífico bosque de escalesias, árboles endémicos de las Galápagos.
Más adelante entramos en el Rancho El Chato, donde tuvimos nuestro primer contacto con las tortugas gigantes. Eran de tamaño enorme y se movían libremente incluso saliendo del rancho. Disponían de abundante pasto y estanques de agua, algunas comían, otras se bañaban o descansaban. Fácilmente pueden llegar a pesar más de 200 kg y sobrevivir más de 150 años. Si te acercabas mucho, se asustaban y escondían la cabeza en el caparazón, y como no tienen mucho espacio para retener los pulmones llenos de aire, acababan expulsándolo con un ruido muy característico. Fue emocionante ver tantas y tan gigantes.
Más tarde fuimos a los túneles de lava, formados al enfriarse la parte exterior de la lava, mientras que en su interior la lava sigue fluyendo. Siempre nos ha impresionado pasear por el interior de estas estructuras naturales.
Finalmente llegamos a nuestro alojamiento en Puerto Ayora. Durante nuestra estancia en Santa Cruz, un día decidimos visitar Bahía Tortuga y la Playa Mansa. Iniciamos la caminata, previa anotación de nuestra visita en el libro registro del puesto de control de la entrada. A partir de aquí, hay un hermoso paseo a través de una pasarela de madera de unos 2 km, a través de una densa vegetación con abundancia de palos santos, cactus opuntias, escalesias y otras plantas endémicas. Cada pocos metros nos detenemos porque algún animal se acerca hacia nosotros y nos sorprendemos por su proximidad y su ausencia de temor. Contemplamos numerosos pinzones y lagartijas de lava de vivos colores, incluso alimentándose.
Al final de la pasarela, nos encontramos una amplia y solitaria playa de arena blanca con una impresionante agua de color turquesa. Es Playa Brava y cuenta con bastante oleaje, por lo que no la recomiendan para el baño.
Más adelante y al final de esta playa aparecen unos manglares y detrás ya vislumbramos Playa Mansa, una amplia bahía con aguas muy tranquilas, donde tomaremos un magnífico baño. En el sendero que une ambas playas nos encontramos con numerosas iguanas marinas.
Protegidos del sol por la sombra de un manglar, nos dispusimos a admirar la belleza del entorno natural y solitario que teníamos ante nuestros ojos. Contemplamos el espectáculo de la pesca salvaje de los pelicanos, que no dejaban de volar y zambullir su enorme pico en el agua para capturar su preciado alimento.
En nuestro viaje a Galápagos, estuvimos alojados en Puerto Ayora, la mayor población de las cuatro islas habitadas y con la mejor comunicación para realizar las excursiones. En la Av. Charles Darwin hay un pequeño muelle donde los pescadores venden su pesca y es curioso observar como los pelícanos y lobos de mar aguardan pacientemente para que les entreguen las sobras restantes.
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