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La pequeña aldea tiene mucho colorido. Si bien han construido pequeñas chozas con techo de paja, en donde ofrecer su artesanía, pareos, bebidas, recuerdos, masajes y trenzado de cabello, en ningún momento de nuestra estancia sentimos la mínima presión para que efectuáramos una compra. Increíble !!!
Nosotros decidimos cruzar el interior de la isla, para encontrar la playa opuesta, esperando que estuviera menos concurrida que la que recibía al tender del barco. Atravesamos en 5 minutos, una pequeña colina selvática por un estrecho sendero que costaba reconocer y llegamos a una maravillosa playa virgen que estaba desierta de visitantes.
Esta idílica playa parecía el paraíso, aguas cristalinas, excelentes para el buceo y el snorkel, una fabulosa arena fina, ... Cuando te introducias en el agua y mirabas hacia la playa, obtenias la imagen de un paisaje inmaculado y repleto de palmeras de coco, justo los elementos e "iconos" que tienes en la mente cuando piensas en un paraíso tropical.
Como la jornada avanzaba, decidimos volver al otro lado de la isla, para conocer y disfrutar de la playa en donde habíamos desembarcado.
Pero no pudimos dejar de admirar por última vez, esa paradísiaca playa que nunca olvidaremos. Dravuni es un lugar muy hermoso, y su playa principal esta bordeada de altas palmeras, con una blanca y fina arena, y unas aguas azul turquesa impresionantes.
Nos encantó nuestra visita a la isla de Dravuni, cumplía en exceso nuestro sueño de un paraíso en el Pacífico Sur. Pero antes de abandonar la isla, todavía nos quedaba disfrutar de un momento inolvidable, jugar y cantar con los niños de la isla. Realmente, a parte de las bellezas naturales de esta isla, la gente hace que te sientas muy cómodo en su isla. Así que entre sonrisas, jugueteos, y cantos dijimos Bula!!! Bula!!! a Dravuni y sus habitantes.
Como se observa en esta niña, una población importante de los melanesios tienen el pelo rubio o pelirojo, a pesar de que la pigmentación de su piel es de la más oscura de las que se encuentran fuera de África. Recientemente estudios de ADN demostraron que se debe a la mutación de un gen y no se debe a ningún aporte genético de origen europeo, como se creía hasta entonces.
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