viernes, 13 de enero de 2017

Sydney

Después de un largo viaje de más de 24 h., con dos trayectos aéreos BCN-Doha (7 h.) y Doha-SYD (15 h.) en un cómodo Airbus 380, llegamos a la deseada Sydney. Con ello, empieza nuestra aventura de 38 días, para conocer parte del sur de Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Nueva Caledonia, Vanuatu y Fiji. Nuestro apartamento está situado en el centro de la ciudad (CBD), pero al llegar al atardecer y con el agotamiento del viaje, sólo paseamos por la comercial George Street, alcanzando el Ayuntamiento y el Queen Victoria Building. Muchos restaurantes empezaban a cerrar, así que decidimos tomar una ligera cena y reservar nuestras energías para el día siguiente.

Amanece un día soleado, que nos permitirá vivir una jornada intensa pero muy agradable, descubriendo los encantos de esta cosmopolita ciudad.
Accedemos a Hyde Park y nos encontramos con unas extrañas aves zancudas, de plumaje blanco y largo pico curvado de color negro, que adoptan una actitud nada tímida y más bien desafiante: son los ibis blancos australianos. Están protegidas por el estado como animales autóctonos, pero es frecuente que roben comida a las personas e incluso acechan los patios de los colegios para robar el desayuno de los niños, y dado que abundan mucho, han tenido que desarrollar estrategias para explicar a la población como enfrentarse a estas aves.


Visitamos el ANZAC War Memorial, donde se honra a las víctimas de la guerra. El espíritu ANZAC (Australian and New Zealand Army Corps), surgió tras la primera acción militar conjunta de las fuerzas australianas y neozelandesas, en 1915 en la batalla de Galípoli (Turquía), durante la Primera Guerra Mundial, que se convirtió en una masacre en donde murieron miles de soldados. Pero contribuyó a crear un sentimiento de unidad y de verdadera nación, tanto para Australia como para Nueva Zelanda.
 









En un lado de Hyde Park se encuentra la Catedral de Saint Mary of the Cross, construida en 1868 sobre la primera capilla católica del país y hoy día ostenta la sede del Arzobispado de Sydney. Se trata de una preciosa catedral de estilo neogótico, que cuenta con unos hermosos rosetones y pináculos, imitando las grandes catedrales medievales europeas.


















Dejamos Hyde Park y nos dirigimos hacia el Royal Botanic Garden, creado en 1816, en un enclave que abarca desde Circular Quay hasta la Bahía de Woolloomooloo, más de 30 hectáreas de parque que constituyen uno de los principales pulmones verdes de la ciudad. 


Además de la belleza de sus jardines, árboles tropicales, especies exóticas, fuentes y esculturas, cuenta con la ventaja que llega hasta el mar ofreciendo pintorescas e increíbles vistas de los iconos arquitectónicos con que cuenta esta magnífica ciudad: Opera House y Harbour Bridge. Contrasta también con los grandes rascacielos del Distrito Financiero. Este lugar es el preferido por los habitantes de Sydney, para practicar el picnic utilizando las barbacoas de uso público, así como para los runners.


Cuando alcanzamos el mar desde el Royal Botanic Garden, obtenemos una gran alegría al contemplar por primera vez, los iconos estelares de Sydney, su Puente y su Ópera, y al desplazar la vista hacia la izquierda, la panorámica queda completada con la presencia del skyline conformado por los rascacielos del CBD, entre los que destaca la famosa Sky Tower (305 m. de altura), manteniendo en un primer plano los verdes jardines del parque.



Paseando por el "malecón" de Farm Cove, una pequeña ensenada que nos separa de la Opera House, nos fuimos acercando a la punta del Royal Botanic Garden, donde se encuentra la denominada Mrs Macquarie`s Chair, y aquí las vistas se tornan si cabe, más espectaculares, por lo que pudimos disfrutar plenamente de la panorámica del Sydney Harbour Bridge junto a la Opera House.



Según la leyenda, la Sra. Macquarie, esposa del Gobernador, estaba nostálgica de su Escocia natal, así que su marido mandó a los convictos esculpir las rocas del extremo este de Farm Cove, en forma de banco. Desde allí, Elizabeth podía descansar y observar el constante tránsito de barcos por la bahía. En 1810, la ciudad se encontraba en un periodo de fuerte crecimiento, con fuertes tensiones sociales entre los aborígenes y los convictos que empezaban a formar parte de la sociedad civil.

Bordeando la bahía de nuevo, nos dirigimos ahora hacia el icono por antonomasia de la ciudad, la Opera House, diseñada por el arquitecto danés Jorn Utzon en 1957 e inaugurada en 1973 y desde 2007 Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, donde fue aclamada como “una de las indiscutibles obras maestras de la creatividad humana”.

Su emplazamiento justo en un extremo de la ensenada, permite admirar el skyline de la ciudad y sobre todo el imponente Harbour Bridge, componiendo un marco espectacular sobre las aguas de la bahía. Pero su revolucionario diseño en forma de velas de barcos, recubiertas con más de un millón de azulejos de concha blanca que destellan bajo el sol, cautiva desde el exterior y sorprende que Jørn Utzon encontrara la inspiración del diseño cuando pelaba una naranja de una forma singular. En el interior de este imponente coliseo, con sus magníficas bóvedas que acogen uno de los espacios sin columnas más grandes del mundo, se celebran cada año más de 1.600 conciertos, óperas, y representaciones teatrales y de danza. La mayor de sus cinco salas puede albergar hasta 2.679 espectadores.

Nosotros tuvimos la fortuna de comprar en el ultimo minuto, las entradas para asistir a la representación de "My Fair Lady" y de esa manera disfrutar de la Opera House por dentro.
Finalizada la actuación, nos dirigimos a Circular Quay, que se encuentra muy cerca. El paseo sigue brindando unas excelentes vistas de la Ópera y del Harbour Bridge. En Circular Quay, centro neurálgico de la ciudad por sus comunicaciones de transporte, efectuamos un ligero picnic consumiendo un excelente pescado.



Reanudamos la ruta con la intención de alcanzar el Harbour Bridge, e intentar cruzarlo de un extremo a otro. Inaugurado en 1932, tiene una longitud de 1.149 m, una altura sobre el agua de 49 m, y con un arco que se eleva 134 m (los lugareños le llaman coloquialmente “la percha”). Construido sobre el puerto de la ciudad, uniendo los barrios de The Rocks y Milsons Point, alberga 8 carriles para el tráfico rodado, 2 líneas de ferrocarril, una ciclovía y una vía peatonal.
Caminamos por el puente, venciendo el fuerte viento reinante y nos quedamos maravillados de las vistas espectaculares de la ciudad. Observamos como los mas aventureros se han apuntado al Bridge Climb (200 $), escalando el arco del puente, sujetos con arneses.
Empieza el atardecer y descendemos del puente, para adentramos en The Rocks. Paseamos por sus calles, admirando la arquitectura colonial que presentan muchos edificios históricos. The Rocks, fue el lugar del primer asentamiento europeo en Australia (1788), y hoy en día acoge numerosos restaurantes, pubs, tiendas, galerías de arte y museos.



Llegamos de nuevo a Circular Quay y nos encontramos con un "ambientazo" espectacular, con las terrazas llenas de gente comiendo y bebiendo, disfrutando del atardecer sobre el puerto de Sydney.



El cansancio de la caminata, empieza a hacer mella y como tenemos presente que mañana madrugaremos para tomar el avión hacia Queenstown, nos dirigimos hacia George Street para regresar a nuestro apartamento. Aún así, no nos resistimos a visitar el Queen Victoria Building, que se encuentra muy próximo a nuestro alojamiento. Construido en 1898, posee una espectacular fachada inspirada en el arte románico europeo, con ventanas geminadas y arcos de medio punto, albergando un elegante centro comercial.

También pasamos por el City Hall de Sydney, construido en 1880 sobre un antiguo cementerio y que cuenta con una monumental fachada de arenisca, de estilo victoriano.

Llegamos a nuestro apartamento y nuestro móvil nos indica que la caminata realizada en el día de hoy ha sido de 18 km. No está mal !!! 
Al día siguiente madrugamos y tomamos un vuelo hacia Queenstown (Nueva Zelanda), pero después de nuestra ruta en coche y del crucero por Nueva Zelanda, y al cabo de 20 días, regresaremos de nuevo a Sydney.

La playa de Manly
Regresamos a Sydney y en esta ocasión disponemos de sólo un día, pues al anochecer tomaremos de nuevo el crucero Noordam de Holland América, para iniciar un nuevo crucero por las islas del Pacífico Sur.
Con ese poco tiempo disponible, decidimos visitar Manly Beach. El trayecto en ferry desde Circular Quay dura unos 30 minutos y la travesía la disfrutamos mucho, pues nos ubicamos en la popa, de forma que nos permitió obtener diferentes perspectivas de la ciudad al alejarnos, además de contemplar el intenso tráfico de embarcaciones por la bahía de Sydney, así como vislumbrar en sus orillas hermosos pueblecitos con sus correspondientes playas.





Manly es un encantador pueblo, ubicado geográficamente de forma tal, que se accede en ferry por el lado de la bahía de Sydney y sólo recorriendo los 400 m de su famoso paseo "The Corso" se alcanza la principal playa de Manly, pero que ya está bañada por las aguas abiertas del Océano Pacífico.
Manly se convirtió en un balneario, en la década de 1850 gracias al establecimiento de servicios regulares de barcos de vapor con Sydney. En 1902, entrar al océano durante las horas del día iba en contra de la ley, pero William Gocher, editor de un periódico en Sydney propuso desafiar la ley en Manly Beach. Con el tiempo, como más personas comenzaban a desafiar esta ley, finalmente decidieron revocarla y Manly se convirtió en una de las playas precursoras de la libertad del baño.
La playa de Manly nos pareció muy bonita, de arena fina y blanca, con un paseo marítimo rodeado de jardines y pinos del pacífico y un mar abierto ideal para surfistas y amantes del deporte.


Caminamos hacia la concurrida y pequeña playa de Shelly Beach y a partir de aquí fuimos ascendiendo contemplando hermosos acantilados y posteriormente tomamos el Manly Scenic Walkway que recorre el Sydney Harbour National Park, paraje que conforma el lado norte de la entrada a la espectacular bahía de Sydney. No tuvimos suerte con la observación de la fauna del parque y el fuerte calor que tuvimos que soportar, nos limitó la caminata hasta llegar a Blue Fish Drive.



Tomamos el ferry de regreso a Sydney y en el mismo Circular Quay, cambiamos a un nuevo ferry para que atravesando el Harbour Bridge nos llevara hacia Darling Harbour.
Darling Harbour, es una enorme y animada zona de ocio que rodea un puerto deportivo, con restaurantes y cafés con terrazas, cines, un gran centro comercial (Harbourside), complementado con el Acuario de Sydney, el Sydney Exhibition Centre, el Madame Tussauds, museos y parques muy próximos como el Jardín Chino de la Amistad. En definitiva, un área de entretenimiento que la gente disfruta mucho y que antiguamente era un barrio industrial.




Nuestro próximo objetivo es Chinatown y nos adentramos buscando el color, los sonidos y la cultura del barrio chino de Sydney. Caminamos, entre otras calles, por Dixon Street, Hay Street y Sussex Street, llenas de tiendas de souvenirs y restaurantes chinos y llegamos hasta Paddys Market, uno de los más antiguos de la ciudad, en donde se instalan más de 250 mercadillos con puestos de venta de gadgets, souvenirs, ropa y comida. Sin embargo, Chinatown nos decepcionó, quizás por haber visto anteriormente los de Londres, Vancouver y Singapur.

Un taxi nos condujo hacia el muelle de White Bay, donde nos estaba esperando nuestro barco, dispuesto para zarpar hacia nuestro próximo crucero hacia la islas del Pacífico Sur.  
Un momento emocionante e inolvidable de nuestro viaje, fue cuando el Noordam atravesó el Harbour Bridge. Ante la espectacular panorámica global del puerto de Sydney, nuestra mirada se focalizaba una y otra vez en el cautivador perfil arquitectónico de la Opera House. Pero además, tuvimos la fortuna de que en el preciso momento que pasabamos por debajo del Harbour Bridge, también lo atravesaba un tren que nos saludó con una "pitada" de su bocina, al que lógicamente correspondió el Noordam con un "bufido" de su sirena. Un momento mágico que complementaba una espectacular imagen visual con la audición de esos sonidos que excitaban si cabe más nuestros sentidos.

El Jardín Chino de la Amistad y despedida de Sydney.
Al finalizar nuestro crucero por las islas del Pacífico Sur, regresamos de nuevo a Sydney y en esta ocasión visitamos el Jardín Chino de la Amistad.
En un enclave privilegiado, próximo a Chinatown, a una de las principales zonas comerciales y a Darling Harbour, se encuentra este oasis de paz, constituido por un jardín tradicional chino que en 1988 regaló China a Sydney. Nos encantó el paseo por su interior, rodeados de bosques, cascadas, rocas, lagos, pabellones y como no de los omnipresentes ibis.





Desde allí, nos desplazamos hacia Blackwattle Bay, en el barrio de Pyrmont, para visitar un rincón singular e ideal para un almuerzo diferente: el Fish Market. Es el mayor mercado de pescado del hemisferio sur, comercializando más de 15.000 toneladas y más de 100 especies diferentes. Entramos en varias naves y comprobamos que hay gran variedad de productos: peces y mariscos exóticos, congelados, comida japonesa, frutas y verduras, repostería, productos de delicatessen y todo tipo de bebidas. Estaba repleto de gente, degustando en mesas compartidas bandejas de productos frescos y nos animamos a probar un excelente sashimi de lomos de salmón y atún recién cortado y algunas ostras.


Para celebrar que nuestra estancia en Sydney finalizaba y en la última noche antes de regresar a España, decidimos acudir al Blu Bar on 36 ubicado en la última planta (36) del Hotel Shangri-La, en donde disfrutamos de unas excelentes y espectaculares vistas sobre la bahía de Sydney, justo al atardecer.

Sydney está situada en la desembocadura del río Parramatta, en el Océano Pacífico y su nombre procede de su fundador Thomas Townshend, llamado lord Sydney. En 1788, este ministro británico llevó a un grupo de reclusos al primer asentamiento de las colonias británicas, a los pies de la Bahía de Jackson, hoy conocida como la Bahía de Sydney. Allí vivían unos 8.000 aborígenes, que además de arrancarlos de sus lugares de origen, fueron diezmados por las enfermedades y las luchas violentas. Con la fiebre del oro de 1851, experimentó una gran expansión poblacional con la llegada de inmigrantes y más tarde con la Revolución Industrial desarrolló su urbanismo superando una población de más de un millón de personas. Hoy Sydney es una ciudad cosmopolita muy dinámica, con atascos de tráfico, semáforos peatonales que apenas duran 5 segundos, grandes rascacielos, trabajadores corriendo con el café en la mano y su proximidad a los países asiáticos le ha salvado de la crisis económica que hemos vivido en Europa.

Aunque nuestra estancia en Sydney ha sido muy corta, sí que nos ha permitido captar el nivel de calidad de vida que disfrutan sus habitantes. Una gran ciudad con más de 4 millones de habitantes que vive de cara al mar, rodeada de playas y naturaleza, con un privilegiado clima todo el año, forjada con inmigrantes y proclive a la multiculturalidad, pero cada vez más próxima al continente asiático. Por su juventud, escasa de monumentos históricos pero que ha sabido compensar con una gran oferta de museos y una vibrante vida cultural.
Sus habitantes los percibimos de carácter abierto y desenfadado, con buen sentido del humor, bastante liberales reflejado en el estilo libre del uso de la ropa, amantes de la naturaleza y del deporte, orgullosos de sí mismos por haber construido este país y no quieren parecerse a los americanos o británicos, aunque las calles y parques evoquen a éstos últimos. Les encanta disfrutar de la naturaleza y de la vida, y no parecen tan obsesionados por acumular riquezas y dominar el mundo.
Una ciudad inolvidable !!!!

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