En la ciudad de Puerto Madryn, fundada en 1865 por los 150 pasajeros galeses del "Mimosa", decidimos contratar una excursión de día entero con una agencia especializada, ya que recorreremos más de 400 km y la mitad de ellos por caminos de ripio. Iniciamos el recorrido por la ruta provincial 1 y luego por la nº 2. Después de 48 km llegamos al puesto de control El Desempeño, donde se abona la entrada al Parque. Seguimos 26 km más adelante y accedemos al Istmo Carlos Ameghino, estrecha franja de tierra de 7 km, que permite divisar los dos golfos: San José a la izquierda y el Golfo Nuevo a la derecha. Paramos en el Centro de Interpretación Natural, para tomar un café. Como estamos en Enero ya no es época de avistamientos de la Ballena Franca Austral, así que no nos detenemos en Puerto Pirámides y proseguimos nuestra ruta hacia Punta Norte, pero los 75 km que restan serán caminos de ripio.
Efectuamos una parada en Punta Norte, en un apostadero reproductivo y de cría de lobos marinos de un pelo y quedamos maravillados al observar la conducta de la numerosa colonia existente. Seguimos con atención las indicaciones de la guia, sobre la vida de los animales, pero no tuvimos la suerte de observar orcas.
Reanudamos la ruta y nos dirigimos hacia el sur a Punta Cantor, pasando primero por la Caleta Valdés. Esta lengua de tierra de 30 km de extensión e islas interiores, destaca por su gran belleza paisajística.
Nuestra siguiente parada es Punta Cantor, un importante apostadero de elefantes marinos, animales muy imponentes y algo menos graciosos que los lobos, que suelen tomar el sol sobre la arena de la playa. Se accede a unos miradores escalonados ubicados en el acantilado para observar a cierta distancia a los animales, pero sin llegar a la playa.
Después de realizar las fotos pertinentes y de soportar la furia del viento patagónico, nos dirigimos hacia el sur a la Estancia Elvira. En esta última parada nos encontramos con una colonia de pingüinos magallánicos. Estas simpáticas aves se aproximan a las sendas donde nos encontramos, ya que no existen vallas y los vemos bastante activos moviéndose en su hábitat natural, con sus graciosos movimientos al andar y algo amenazantes cuando se trata de proteger su área territorial o sus familias de uno o dos pichones.
Dejamos la Península Valdés y regresamos a Puerto Madryn, recordando no sólo los animales que hemos contemplado en los puntos de observación, sino también la variedad de animales al alcance de la vista, mientras circulábamos por el Parque: guanacos, liebres patagónicas, caballos, ovejas o ñandúes.
Muchas Felicidades por el trabajo.
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