miércoles, 1 de febrero de 2017

Tadine (Isla de Maré)

Nuestro viaje a la Melanesia, lo iniciamos visitando en primer lugar Nouméa, la capital de Nueva Caledonia y lo vamos a finalizar después de visitar Fiji y Vanuatu, saliendo también por Nueva Caledonia, aunque en este caso, nuestra última escala antes de regresar a Sydney, será Tadine.
Tadine es un puerto pequeño y tranquilo, ubicado en la isla de Maré, la más meridional, la más alta y la segunda en superficie de las Islas de la Lealtad, que quedan al noreste de la isla Grande Terre de Nueva Caledonia.
La isla de Maré es un atolón coralino elevado, con acantilados de caliza coralina que alcanzan los 130 m de altura, tiene una superficie de 650 km2 y está rodeada por el segundo más grande de los arrecifes de coral del mundo. 
La principal actividad de la población, es el cultivo de frutas y hortalizas exóticas: ñames, aguacates, lichis y papayas.

Desembarcamos en tender y comprobamos en el puerto que prácticamente todo el transporte de la pequeña isla (autobuses, minivan, taxis, ...), ha sido reservado por la naviera para movilizar a los cruceristas. Así que tomamos el transfer que nos llevará a la Playa de Yedjele, muy cercana a Tadine y considerada como una de las mejores playas del Pacífico Sur.


En efecto, la impresión inicial no puede ser mejor, una playa muy hermosa y de ensueño, de aguas cristalinas, con tonalidades de azul turquesa y esmeralda, una fina arena blanca impoluta, acantilados coralinos que se hunden ante el rugido del oceáno, . . .

Buscamos algo de sombra bajo las palmeras de la playa y nos disponemos a disfrutar de un día tropical de playa y snorkel.

El acuario natural que delimita el arrecife de coral, con olas tranquilas, es impresionante. Contiene una vida marina exótica, con corales y peces tropicales de colores que se desarrollan con poca profundidad del nivel del agua y sobre el manto de alfombra blanca de la arena de la playa.



Practicando snorkel nos encontramos peces de muchas especies, estrellas de mar, pepinos de mar, coral de muchos colores, pero lamentablemente no llevamos cámara de fotos subacuática.



Observamos como los niños canacos juegan y disfrutan alegremente de la playa, y como nos ha ocurrido en toda la Melanesia, no se acercan a nosotros interesándose por alguna de nuestras monedas, sino que simplemente ofrecen su sincera y mejor sonrisa, deseando jugar con nosotros !!!

Una pequeña isla, que nos ha cautivado profundamente por su belleza salvaje y oculta, con hermosas playas, bordeada de acantilados irregulares con calas de arena fina, bosques oscuros, y en su llanura central, salpicada de cuevas y piscinas naturales.


Una auténtica joya oculta, que el turismo de masas todavía no ha descubierto, y en donde se consigue una conexión perfecta y casi mística con la naturaleza.

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