En la Plaza de Armas, sentados comodamente en un banco, conversamos con una amable cusqeña que se nos acercó, mientras contemplabamos una bella perspectiva de la Catedral, las Iglesias del Triunfo, la Sagrada Familia y la de la Compañía de Jesús.
La plaza cuenta con la típica arcada colonial española y en su centro se encuentra la Fuente del Inca.
Las capillas, antiguamente de uso privado, presentan retablos de madera de cedro con bruñido en hojas de oro de 18 y 22 quilates. El Altar Mayor de estilo neoclásico, con armazón de cedro cubierto con láminas de plata, en total 1250 kg. de plata. La Custodia con 22 kg. de oro y 5 kg. de plata, además de piedras preciosas como perlas, diamantes y esmeraldas. El magnífico coro de estilo plateresco y tallado en cedro con imágenes de 42 Santos y con una sillería impresionante. La espectacular Sala de la Platería, con mesas, lámparas y candelabros de plata y un templete de carroza de plata. Se encuentran también numerosos lienzos de la Escuela Cusqueña, en donde se aprecia el sincretismo caracterizado por la integración del estilo andino y el europeo. El más famoso lienzo es "La Última Cena", del pintor Marcos Zapata, con detalles únicos como una bandeja con cuy asado (conejillo de indias), panes gruesos típicos de Cuzco, vasos o keros incas, papayas y rocotos, y finalmente un personaje de rostro oscuro, en el lugar del traidor Judas, que para algunos representa a Francisco Pizarro.
Bernardo Bitti |
Al día siguiente, visitamos el célebre Qorikancha o Templo del Sol, construido en 1200 por Manco Capac y reconstruido en 1450 por Pachacútec, convertido finalmente por Pizarro en el Convento de Santo Domingo. Para los incas fue el santuario religioso más importante del imperio, siendo considerado como el centro del "Ombligo del Mundo".
Una vez nos adentramos en el hermoso patio central del claustro, con fuente octogonal y decorado con diversos lienzos que ilustran la vida de Santo Domingo de Guzmán, de inmediato contrastamos la extraordinaria calidad de las estructuras incas realizadas con andesita basáltica grisácea, y nos asombramos de la perfección arquitectónica conseguida, tanto en el pulido de las piedras como en sus uniones.
Los muros finamente labrados tienen una ligera inclinación hacia el interior, las puertas, ventanas y nichos tienen forma trapeizodal, configurando unas estructuras muy sólidas y antisísmicas, habiendo resistido a fuertes terremotos.
Según los cronistas el complejo constaba de diferentes templos dedicados a diversas divinidades, algunas correspondían a las de los pueblos sometidos, permitiendo así el culto de los vencidos, de tal modo que en caso de rebelión las represalias eran contra sus dioses, y esa intimidación religiosa resultó ser una estrategia fructífera.
Pachacútec incorporó la imagen del Sol, junto al dios Wiraqocha y al lado de las momias de los incas muertos, en posición fetal y sobre literas de oro macizo. Como describía Garcilaso de la Vega, numerosas puertas estaban chapadas con planchas de oro y algunos templos presentaban sus paredes y techo, con planchas y tablones de oro, esmeraldas y turquesas.
Durante la conquista española, muchos objetos de valor y joyas, así como el oro y plata encontrado, fue recolectado como botín y fundido, transformándolo en monedas o lingotes, para facilitar su transporte hacia España. Para los incas, los metales preciosos, sólo tenían valor religioso y no económico.
En ninguna otra obra de los incas que visitamos, llegamos a apreciar la excelencia de su arte, como en el deslumbrante templo del Qoricancha.
Otra visita que realizamos en Cuzco, fue al pintoresco barrio de San Blas, situado en la zona alta de la ciudad. Estuvimos callejeando por sus calles peatonales y con muchos talleres de artistas (escultores, pintores, cerámica, ...) y tiendas de artesanía. Por el camino nos encontramos diferentes edificios de estilo colonial y el Palacio Arzobispal con su enorme muro, en donde se encuentra la famosa piedra de los 12 ángulos.
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