Nos desplazamos hasta Nazca, 450 km al sur de Lima, para sobrevolar con una avioneta Cesna, las enigmáticas Líneas de Nazca, que se extienden sobre un área de 350 km2. Para evitar que un posible mareo, nos perturbara de apreciar bien las diferentes figuras desde el cielo, nos tomamos biodramina pero felizmente tuvimos un vuelo muy plácido.
Sobre una superficie plana y seca, aparecen numerosas líneas y figuras que tienen grandes dimensiones y sólo son distinguibles desde el cielo. Se ha investigado y escrito mucho sobre su procedencia. En la actualidad, se considera que la civilización nazca, sobre los años 600 dC, trazó estas líneas aprovechando las condiciones meteorológicas y geológicas de esta pampa y que su motivación obedecía a crear un adecuado escenario para representar sus rituales a los dioses, solicitando su protección y sobre todo agua para sobrevivir.
En esta rocosa pampa se recoge una media hora de lluvia cada dos años y el suelo es rico en minerales, de forma que al practicar pequeñas hendiduras, se contrasta el color oscuro de la superficie con el claro del subsuelo. Por otra parte, el fuerte viento no las llega a erosionar, pues al ser una planicie traslada la arena a más de cien kilómetros de distancia, formando grandes dunas.
El sobrevuelo resulta espectacular y el piloto daba vueltas de forma que cada figura se pudiera apreciar por cada lado de la avioneta. Aunque abundan más las líneas (sin ningún orden aparente), son más famosas las figuras de gran tamaño representando animales.
La figura del Astronauta nos aparece, a diferencia del resto, sobre una pequeña montaña de color rojizo.
Vimos representadas las figuras de la ballena, el mono (135 m), el Perro y después la del impresionante Colibrí.
Después llega la araña (42 m), el papagayo, el alcatraz, el perro . . . y hasta las famosas manos.
Sus dimensiones nos llenan de admiración y quedamos muy satisfechos de lo bien que las hemos podido distinguir desde el cielo.
sábado, 7 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
Huaraz
Nuestro bus nocturno procedente de Trujillo, llegó sobre las seis de la mañana a la ciudad de Huaraz, en plena cordillera Blanca, la más alta del mundo después del Himalaya, con sus 18 cumbres de más de 6.000 m, 663 glaciares, más de 200 nevados, 296 lagunas y 44 ríos. Huaraz está ubicada en la parte central del Callejón de Huaylas, un inmenso valle que separa las cordilleras Blanca y Negra, siendo popularmente conocida como la "Suiza peruana".
A las 9 horas ya estábamos dispuestos para iniciar nuestra primera excursión, con destino a las Lagunas de Llanganuco, dentro del Parque Nacional de Huascarán. Por el camino nos detuvimos en Carhuaz, donde tomamos un rico helado y comprobamos la masiva afluencia de feligreses a los oficios religiosos.
A la salida de Carhuaz y ya en ruta, nos encontramos con el célebre árbol de la Quina, en peligro de extinción, y que forma parte del Escudo del Perú. Su corteza es efectiva para el tratamiento del paludismo.
Tomamos una pista sin asfaltar, y ascendemos desde el Callejón de Huaylas en un recorrido serpenteante de 28 km, hasta llegar a las Lagunas de Llanganuco, en un entorno de gran belleza escénica con aguas de color turquesa y que reflejan el nevado Huascarán, el más alto del Perú con sus 6.768 m.
En este valle glaciar, existe un eslabonamiento entre estas lagunas. La primera laguna de subida es conocida como Chinanqocha o "laguna hembra", (3.850 msnm) que es donde nosotros llegamos y cuenta en su entorno con densos bosques de queñua. A una distancia de mil metros se encuentra la segunda laguna, denominada Orqonqocha o "laguna macho" (3.860 msnm), de forma que sus aguas penetran en el vaso de la primera.
Después de un agradable paseo, descendemos de nuevo al valle y llegamos a Caraz, un pequeño pueblo donde tendré el honor de degustar mi primer "cuy" o cobaya, manjar muy popular en el Perú, donde se llegan a consumir hasta 65 millones de ejemplares al año. Mi experiencia fue muy satisfactoria pues encontré la carne crujiente y deliciosa, sin tener en cuenta los beneficios que aporta por sus elevados niveles de Omega 3, poca grasa y mucha proteína.
Nuestra siguiente parada fue en Yungay, ciudad sepultada por el terremoto de 1970.
Un terrible seísmo de intensidad 7.8, sacudió el valle y provocó un gran alud de hielo y rocas del nevado Huascarán (6.768 m), que con una amplitud de lengua de 1,5 km descendió hacia el valle a una velocidad de 200 km/h, sepultando totalmente la ciudad, falleciendo 24.000 personas y salvándose sólo 300, al refugiarse en el cementerio situado en la zona alta. Desde este lugar, descendientes de supervivientes nos explicaron la magnitud de la tragedia vivida.
Regresamos ya de noche a Huaraz y al día siguiente por la mañana, iniciamos una nueva excursión, en esta ocasión con destino a Chavín de Huántar.
El trayecto fue largo y duro, pues la carretera tenía muchas curvas y tramos con el suelo en mal estado. Por el camino, paramos en la Laguna de Querococha (3.980 msnm), que dispone de un tupido bosque de queñuales y desde donde se vislumbran los nevados Pucaraju (5.025 msnm) y Yanamarey (4.809 msnm).
Finalmente llegamos al complejo de Chavín de Huántar, ubicado en un punto estratégico de paso preinca, desde la costa hacia la selva. Fue la capital de la cultura Chavín (1.500 a 300 aC) y levantada en un lugar elegido en atención a criterios mágico-religiosos en un paraje de montañas de gran simbolismo.
Los habitantes de Chavín fueron básicamente sacerdotes, que recibían numerosos peregrinos en busca de "oráculos", portando ofrendas de diverso tipo, pudiendo permanecer por largos períodos. Su prestigio se basaba en la predicción de los ciclos climáticos estacionales anuales, en especial los períodos de sequía o de intensas lluvias. Los sacerdotes eran excelentes observadores del cielo, del comportamiento de los animales, de la correlación entre el hallazgo de caracolas de mar y el fenómeno de El Niño y en sus rituales se estimulaban ingeriendo derivados alucinógenos del cactus San Pedro o Huachuma.
En el complejo encontramos diferentes estructuras, como el Templo Nuevo o Castillo con forma de pirámide truncada rectangular, junto al Portal de las Falcónidas, construido una parte con piedra blanca y otra con piedra negra. Nos encantó comprobar la perfección alcanzada en el tallado y pulido de las piedras.
El complejo de Chavín también presenta una compleja red de galerías subterráneas de piedra, iluminadas por haces de luz que penetran a través de conductos estratégicamente dispuestos. Entramos en una de las galerías para contemplar el "Lanzón monolítico" (1.000 aC), esculpido en piedra de granito de 4,54 m. de altura, donde se observa representada una divinidad antropomorfa, posiblemente la más importante del panteón chavín.
También en los muros exteriores del templo principal, admiramos una serie de "cabezas clavas", con rasgos humanos y felinos, una especie de centinelas mitológicos que protegían el templo.
Nuestra estancia en Huaraz fue muy fructífera y plena, además de gratificante, pues en las excursiones que realizamos siempre estuvimos en contacto directo con viajeros peruanos que nos acompañaban con gran cordialidad y simpatía.
A las 9 horas ya estábamos dispuestos para iniciar nuestra primera excursión, con destino a las Lagunas de Llanganuco, dentro del Parque Nacional de Huascarán. Por el camino nos detuvimos en Carhuaz, donde tomamos un rico helado y comprobamos la masiva afluencia de feligreses a los oficios religiosos.
A la salida de Carhuaz y ya en ruta, nos encontramos con el célebre árbol de la Quina, en peligro de extinción, y que forma parte del Escudo del Perú. Su corteza es efectiva para el tratamiento del paludismo.
Tomamos una pista sin asfaltar, y ascendemos desde el Callejón de Huaylas en un recorrido serpenteante de 28 km, hasta llegar a las Lagunas de Llanganuco, en un entorno de gran belleza escénica con aguas de color turquesa y que reflejan el nevado Huascarán, el más alto del Perú con sus 6.768 m.
En este valle glaciar, existe un eslabonamiento entre estas lagunas. La primera laguna de subida es conocida como Chinanqocha o "laguna hembra", (3.850 msnm) que es donde nosotros llegamos y cuenta en su entorno con densos bosques de queñua. A una distancia de mil metros se encuentra la segunda laguna, denominada Orqonqocha o "laguna macho" (3.860 msnm), de forma que sus aguas penetran en el vaso de la primera.
Después de un agradable paseo, descendemos de nuevo al valle y llegamos a Caraz, un pequeño pueblo donde tendré el honor de degustar mi primer "cuy" o cobaya, manjar muy popular en el Perú, donde se llegan a consumir hasta 65 millones de ejemplares al año. Mi experiencia fue muy satisfactoria pues encontré la carne crujiente y deliciosa, sin tener en cuenta los beneficios que aporta por sus elevados niveles de Omega 3, poca grasa y mucha proteína.
Nuestra siguiente parada fue en Yungay, ciudad sepultada por el terremoto de 1970.
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Regresamos ya de noche a Huaraz y al día siguiente por la mañana, iniciamos una nueva excursión, en esta ocasión con destino a Chavín de Huántar.
El trayecto fue largo y duro, pues la carretera tenía muchas curvas y tramos con el suelo en mal estado. Por el camino, paramos en la Laguna de Querococha (3.980 msnm), que dispone de un tupido bosque de queñuales y desde donde se vislumbran los nevados Pucaraju (5.025 msnm) y Yanamarey (4.809 msnm).
Finalmente llegamos al complejo de Chavín de Huántar, ubicado en un punto estratégico de paso preinca, desde la costa hacia la selva. Fue la capital de la cultura Chavín (1.500 a 300 aC) y levantada en un lugar elegido en atención a criterios mágico-religiosos en un paraje de montañas de gran simbolismo.
Los habitantes de Chavín fueron básicamente sacerdotes, que recibían numerosos peregrinos en busca de "oráculos", portando ofrendas de diverso tipo, pudiendo permanecer por largos períodos. Su prestigio se basaba en la predicción de los ciclos climáticos estacionales anuales, en especial los períodos de sequía o de intensas lluvias. Los sacerdotes eran excelentes observadores del cielo, del comportamiento de los animales, de la correlación entre el hallazgo de caracolas de mar y el fenómeno de El Niño y en sus rituales se estimulaban ingeriendo derivados alucinógenos del cactus San Pedro o Huachuma.
En el complejo encontramos diferentes estructuras, como el Templo Nuevo o Castillo con forma de pirámide truncada rectangular, junto al Portal de las Falcónidas, construido una parte con piedra blanca y otra con piedra negra. Nos encantó comprobar la perfección alcanzada en el tallado y pulido de las piedras.
El complejo de Chavín también presenta una compleja red de galerías subterráneas de piedra, iluminadas por haces de luz que penetran a través de conductos estratégicamente dispuestos. Entramos en una de las galerías para contemplar el "Lanzón monolítico" (1.000 aC), esculpido en piedra de granito de 4,54 m. de altura, donde se observa representada una divinidad antropomorfa, posiblemente la más importante del panteón chavín.
También en los muros exteriores del templo principal, admiramos una serie de "cabezas clavas", con rasgos humanos y felinos, una especie de centinelas mitológicos que protegían el templo.
Nuestra estancia en Huaraz fue muy fructífera y plena, además de gratificante, pues en las excursiones que realizamos siempre estuvimos en contacto directo con viajeros peruanos que nos acompañaban con gran cordialidad y simpatía.
Trujillo
Desde la selva peruana nos trasladamos a la ciudad de Trujillo, ubicada en el margen derecho del río Moche, a orillas del Océano Pacifico, siendo la tercera ciudad más poblada del Perú. Fundada en 1534 por Pizarro, cuenta con una hermosa Plaza de Armas e interesantes y numerosos edificios coloniales, con sus balcones, paredes de diversos colores, y ventanas enrejadas.
Decidimos acudir a una exhibición de "caballos peruanos de paso", una raza protegida muy particular, descendiente de los caballos de los españoles y que gracias al esfuerzo de selección realizado por sus criadores, presenta un andar lateral o "paso llano" que les es muy característico y que se aprecia en toda su belleza cuando evolucionan al son de la alegre música de la marinera, mezcla de ritmos africanos, sevillanas y jota, conjuntamente con una bailarina como "pareja de baile".
En el valle ocupado hoy por la ciudad de Trujillo, se desarrollaron antiguamente interesantes culturas: Mochica (100 aC-700 dC) y Chimú (1000-1200 dC). Así que no quisimos perdernos las visitas a sus sitios arqueológicos.
Primero visitamos las Huacas del Sol y la Luna. La del Sol es la más grande pirámide precolombina de adobe del Perú y funcionó como centro político administrativo y la de la Luna, como centro ceremonial. En su época las dos Huacas estuvieron pintadas con colores chillones amarillo ocre y rojo. Entre ambas, se ubicaba la Zona Urbana, actualmente sin excavar. En medio de un árido desierto, el recinto muestra las dos pirámides de adobe, con apariencia de montañas naturales muy erosionadas. Sólo se visita el museo y la Huaca de la Luna, con base cuadrada de 87 m de lado y 21 m de altura.
En su interior, existen interesantes pinturas murales de varios colores, destacando la figura de su principal deidad, el dios degollador moche llamado Ai apaec, con el rostro transmitiendo diferentes expresiones como dios "castigador". También visitamos patios y plazas ceremoniales, donde se realizaban sacrificios y diversos rituales.
La cultura moche desarrolló una compleja tecnología de canales de riego, realizando obras monumentales como acueductos, pirámides, centros ceremoniales de adobe y desarrollaron mucho la agricultura. La sociedad estaba estratificada en una clase dominante de sacerdotes y guerreros, una población urbana de artesanos y comerciantes y una población rural de agricultores, ganaderos y pescadores. Realizaban sacrificios humanos para aplacar a los dioses, que incluían ritos relacionados con la bebida de la sangre de los guerreros enemigos.
Más tarde nos desplazamos al emplazamiento de la Huaca Arco Iris o Dragón, pirámide de adobe de doble plataforma, rodeada por una muralla con una única entrada. Nos encantó comprobar el buen estado de conservación y la hermosa decoración que presentaba, en forma de serpientes con dos cabezas que parecen dragones.
Desde aquí, nos desplazamos al complejo arqueológico de Chan Chan, centro de poder de la cultura Chimú, considerada la ciudad de adobe más grande del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad y que llegó a albergar a más de 100.000 personas. Los chimú fueron herederos culturales de los mochica y se extendieron hasta la frontera con Ecuador.
La capital del Imperio Chimú abarca más de 20 km2 y cuenta con un conjunto de 10 ciudadelas. La sociedad tenía carácter imperial basada en el principio dinástico, con un gobernante conocido como Gran Señor Chimú. Nos impresionó la magnitud de sus plazas, con la exquisita decoración geométrica de sus muros, representando numerosos peces y aves.
Como estabamos en la costa del Pacífico, decidimos acercarnos a la playa del pintoresco pueblo de Huanchaco, a media hora de Trujillo. Tomamos un rico cebiche y un excelente pescado en una terraza, mientras contemplabamos los paseos de los "caballitos de totora", unas estilizadas y típicas balsas, en las que se suelen montar con las piernas colgando y que ya se han encontrado representadas en la cerámica de la cultura moche.
En el valle ocupado hoy por la ciudad de Trujillo, se desarrollaron antiguamente interesantes culturas: Mochica (100 aC-700 dC) y Chimú (1000-1200 dC). Así que no quisimos perdernos las visitas a sus sitios arqueológicos.
Primero visitamos las Huacas del Sol y la Luna. La del Sol es la más grande pirámide precolombina de adobe del Perú y funcionó como centro político administrativo y la de la Luna, como centro ceremonial. En su época las dos Huacas estuvieron pintadas con colores chillones amarillo ocre y rojo. Entre ambas, se ubicaba la Zona Urbana, actualmente sin excavar. En medio de un árido desierto, el recinto muestra las dos pirámides de adobe, con apariencia de montañas naturales muy erosionadas. Sólo se visita el museo y la Huaca de la Luna, con base cuadrada de 87 m de lado y 21 m de altura.
En su interior, existen interesantes pinturas murales de varios colores, destacando la figura de su principal deidad, el dios degollador moche llamado Ai apaec, con el rostro transmitiendo diferentes expresiones como dios "castigador". También visitamos patios y plazas ceremoniales, donde se realizaban sacrificios y diversos rituales.
La cultura moche desarrolló una compleja tecnología de canales de riego, realizando obras monumentales como acueductos, pirámides, centros ceremoniales de adobe y desarrollaron mucho la agricultura. La sociedad estaba estratificada en una clase dominante de sacerdotes y guerreros, una población urbana de artesanos y comerciantes y una población rural de agricultores, ganaderos y pescadores. Realizaban sacrificios humanos para aplacar a los dioses, que incluían ritos relacionados con la bebida de la sangre de los guerreros enemigos.
Más tarde nos desplazamos al emplazamiento de la Huaca Arco Iris o Dragón, pirámide de adobe de doble plataforma, rodeada por una muralla con una única entrada. Nos encantó comprobar el buen estado de conservación y la hermosa decoración que presentaba, en forma de serpientes con dos cabezas que parecen dragones.
Desde aquí, nos desplazamos al complejo arqueológico de Chan Chan, centro de poder de la cultura Chimú, considerada la ciudad de adobe más grande del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad y que llegó a albergar a más de 100.000 personas. Los chimú fueron herederos culturales de los mochica y se extendieron hasta la frontera con Ecuador.
La capital del Imperio Chimú abarca más de 20 km2 y cuenta con un conjunto de 10 ciudadelas. La sociedad tenía carácter imperial basada en el principio dinástico, con un gobernante conocido como Gran Señor Chimú. Nos impresionó la magnitud de sus plazas, con la exquisita decoración geométrica de sus muros, representando numerosos peces y aves.
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